Hay quienes aseguran que en realidad fueron más de 700 mil personas las que marcharon. Hay otros que se inclinan por números modestos, apenas contabilizando 30 mil. Uno que estuvo ahí, más perdido que encontrado, sólo puede referir esa cifra casi mística, cimiento de la numerología nacional: Fueron un chingo; o, más bien fuimos un chingo. Hubo de todo —incluyendo algunos detalles impertinentes—, pero sobre todo eso que la motiva, eso que dio inicio a la marcha hace 33 años: Diversidad.
A pesar de que se había anunciado la posibilidad de que Marcelo Ebrard diera el banderazo de salida a la marcha, un “compromiso de último momento” lo obligó a ser relevado por el Secretario de Turismo del DF, Alejandro Rojas Díaz, quien aprovechó para (auto)congratular a la administración actual por el interés que ha puesto en atender las problemáticas relacionadas a la diversidad sexual.
Y así, tras el banderazo y el acostumbrado sonar de las bocinas de los trailers que soportan los carros alegóricos, dio inicio la marcha, donde —como ya había dicho antes— se vio de todo, aunque no en la misma proporción. Familias completas que, lunch en mano, buscaron el mejor lugar para ver el desfile; vendedores ambulantes que buscaron sacarle un extra a la celebración; disfraces de todo tipo, desde el elenco del Mago de Oz hasta Avatar o los Pitufos; consignas y carteles; mujeres y hombres dignos de repetir taco de ojo; e incluso quienes, aprovechándose de las multitudes, hicieron de las suyas bebiendo alcohol en la vía pública. También —por desgracia— cerros de basura que causaron los antros con sus ene-mil propagandas impresas (señores empresarios, una palabra: internet), o algunos marchistas que olvidaron su consciencia ecológica y tiraban las botellas de agua o refresco al suelo.
Insisto, hubo de todo. Y antes de que comiencen los exaltados, los persignados, los activistas de escritorio, et al., recordemos que esta marcha es una celebración; sí, hay exigencia de demandas puntuales como también hay una oferta de entretenimiento, todo junto con pegado, porque al igual que en muchos otros movimientos sociales, las y los activistas de la divesidad sexual chambean todo el año y éste es sólo uno de tanto eventos que se realizan. El mayor, quizás, que contempla también ser un espacio de convivencia y de visibilidad (porque somos un montón). Y, creo, que su cometido fue cumplido.
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